VÍCTOR GARCÍA. Sevilla llegó a ser en el siglo XVI una de las metrópolis más grandes de Europa, la capital del mundo, con gente de prácticamente todo el orbe, un 10% de la población negra y medio centenar de idiomas hablados en sus calles. La ciudad donde llegaba y salía a través del río Guadalquivir la Flota de Indias era un monstruo urbano que servía de enlace entre el viejo y el nuevo mundo y que convertía, en comparación, a Madrid o Barcelona en dos villas con ínfulas de grandes ciudades. Pero de repente el monstruo, como el propio comercio hispánico, enfermó a mediados del siglo XVII por un sinfín de razones subterráneas de tipo económicas y, a la vista de todos, por una epidemia de peste negra que heló la sangre al continente.
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